Amorosopatía y perdonicidio

En el siguiente artículo examinaremos un comportamiento muy habitual que suele desarrollarse en torno a las enseñanzas de Un Curso de Milagros. Hablamos de la “amorosopatía”, un comportamiento que se manifiesta en forma de “perdonicidio”. Definamos primero qué es la amorosopatía.
 
Todo aquel que carece de amor en su vida es porque lo ha rechazado. Si lo ha rechazado es porque lo ha juzgado como una amenaza para su identidad. Esta carencia de amor puede identificarse por sus diferentes síntomas: disociación o bloqueo de las emociones, situaciones conflictivas habituales en su vida cotidiana de las que no se responsabiliza, relaciones personales disfuncionales, etc.
 
Éstas son características comunes a todos aquellos que han negado el amor. Lo que diferencia a un “amorósopata” de otros perfiles psicológicos es el mecanismo de defensa inconsciente que utiliza para tratar de compensar todo ese dolor. El “amorósopata” tiende a negar automáticamente cualquier emoción incómoda o dolorosa que pueda sentir, y en su lugar utiliza todo aquello que, como su nombre indica, es considerado amoroso. 

Suelen ser personas sonrientes y muy afables, aunque utilizan su sonrisa para ocultar las lágrimas, que afloran con facilidad cuando la endeble máscara sonriente se resquebraja ante la más leve confrontación. Es entonces cuando dejan entrever el odio que ocultan y su profundo deseo de venganza. Los “amorósopatas” se sienten profundamente atraídos por las enseñanzas espirituales que hablen del amor, especialmente si éstas están simbolizadas por varoniles ángeles, “Jesuses” protectores, energías de muchos colores y ejercicios “perdonadores” que les hagan olvidar su dolor. Su carencia afectiva les produce esa atracción, y en su necesidad pasan por alto todo aquel aspecto de la enseñanza que conlleve algún tipo de introspección o de acercamiento al conflicto, que como suelen afirmar, “es cosa del ego”.

Si finalmente se dan cuenta, en el mejor de los casos, de que la enseñanza indica que miren ahí donde temen mirar, es posible que la dejen de lado. En el peor, seguirán con ella, pero reinterpretándola a su antojo, descartando todo aquel aspecto que indique lo que no están dispuestos a ver. Entonces irán en pos de interpretaciones más “benévolas”, o en su defecto, algún maestro en busca de seguidores y con la misma necesidad de afecto que ellos, esperando recibir la palabra que les alivie de su profundo dolor encubierto.

El “amorósopata” tiene grandes dificultades a la hora de describir procesos mentales que requieran algún tipo de contacto con aspectos ocultos o inconscientes de la mente, y se ve incapaz de describirlos técnicamente sin usar palabras como “amor”, “Dios”, “el Todo”, “la Nada”, “el universo” y demás términos grandilocuentes, abstractos o generalistas que le sirven para evitar centrarse en cuestiones concretas como son “miedo”, “resentimiento”, “preocupación”, “odio”, “ira”, palabras éstas que definen más exactamente la verdadera emoción que impide que el amor se manifieste en sus vidas.

A pesar de llevar a cabo la entrega al Espíritu Santo de los conflictos que perciben, no llegan a entender por qué el Espíritu “se niega” a responderles. Al haber pasado completamente por alto que el proceso de deshacimiento de los errores consiste previamente en identificarlos, acuden al Espíritu con las manos vacías. Este tipo de circunstancias descritas convierten al “amorósopata” en “perdonicida”.

De hecho, una cosa lleva directamente a la otra, ya que la amorosopatía desemboca tan naturalmente en perdonicidio como la ignorancia en conflicto. El “amorósopata”, al negarse a sentir cualquier emoción que no encaje con su radiante y luminoso concepto del amor, niega por consiguiente la posibilidad de poder identificar cualquier error, ya que identificar el error es para él acercarse demasiado peligrosamente a poner en riesgo su inmaculado y perfecto mundo imaginario, en el que todo aparenta estar en un orden casi celestial, y en el que se cubre el infierno interior con un manto de “amorosidad” de una manera muy meticulosa. Obviamente debe haber algún error por ahí que esté dispuesto a reconocer, pero esto lo hace en consideración a sus pecadores hermanos y porque el “amoroso” Curso de Milagros dice que deben estar ahí. Además, estos errores son mencionados casi siempre haciendo referencia al pasado, teniendo grandes dificultades para reconocer alguno en el presente.

El “perdonicidio” se convierte entonces en la manera en que el “amorósopata” lleva a cabo una interpretación muy particular de lo que debe ser el perdón. Es el uso de lo que, en términos del Curso, significa el “perdón para destruir”.

Dejando de lado entonces esas interpretaciones absurdas, vamos a examinar paso por paso lo que significa el verdadero perdón y la entrega al Espíritu Santo.

Paso 1. Reconocer que no se está en paz.

Esto, que parece evidente, no siempre lo es tanto. Una vez que la mente vive en un permanente estado de conflicto, los pequeños espacios entre un conflicto y otro tienden a percibirse como paz, cuando se trata únicamente de pequeñas treguas. Muchos se quedan en este paso, creyendo que están en paz cuando en realidad no es así.

Paso 2. Identificar la causa del conflicto.

El conflicto no es nunca lo que parece ser a primera vista. El Curso recuerda que “nunca estoy disgustado por la razón que creo”,  por lo que es necesario llevar a cabo un proceso de introspección para identificar la creencia original inconsciente que está produciendo la emoción dolorosa.

Por ejemplo, alguien puede sentirse mal porque su relación no funciona. Entonces decide entregarle la relación al Espíritu para que la sane. Esta entrega jamás funcionará, ya que no se ha identificado el significado o creencia original que el Espíritu necesita reinterpretar. Se le están entregando únicamente los síntomas, pero no la creencia que produce ese malestar, que nunca proviene de la relación, sino que se manifiesta en ella. El conflicto en la relación podría provenir de la creencia inconsciente de que uno no merece ser amado, y entonces sospecha de las verdaderas intenciones del otro como consecuencia de la proyección. Ese es el significado que necesita hacerse consciente para que el Espíritu pueda interpretarlo correctamente a la luz del conocimiento. Esa es la entrega que requiere ser hecha, y no los síntomas que genera en la relación en forma de tensiones, desconfianza, conflictos o cualquier otra forma de disfuncionalidad.

Paso 3. Estar dispuesto a permitir la corrección.

Si se ha llegado a este punto, cosa poco habitual puesto que requiere cierta experiencia en la introspección e identificación de patrones de pensamiento inconscientes, llega naturalmente el siguiente paso, que consiste en reconocer que no se tiene razón con respecto a la creencia que se ha identificado. Esto, que parece sencillo, es lo que la mente se resiste a hacer con mayor intensidad, ya que todo sistema de creencias representa el “concepto del yo” o identidad que cada mente ha forjado para sí misma. Por lo tanto, a pesar de haber llegado hasta este punto, muchas mentes no están dispuestas a permitir que la idea original que era la causa de su malestar sea transformada, y creen que de esta forma su identidad se desvanecería. Sólo cuando se ha llegado hasta este punto el Espíritu Santo tiene algo que transformar porque la función del Espíritu consiste en reinterpretar creencias, causas, y no sus consecuencias, como pueden ser el malestar emocional o una relación conflictiva.

El perdón consiste en identificar dichas creencias como ilusiones en las que aún se cree. Si no se creyera en ellas no se sentiría la necesidad de realizar ninguna entrega para que fueran reinterpretadas. La única forma de poder tomar conciencia de que hay en la mente una creencia que no está alineada con el Espíritu es a través de las emociones dolorosas o incómodas, esas que el “amorósopata” se niega a reconocer porque, según él, “no son espirituales”. Algunos incluso llegan a afirmar que no es necesario que se deba tener conciencia de lo que se le está entregando al Espíritu, ya que Él puede hacer su trabajo sin que ellos hagan el suyo.

A continuación unos breves extractos del Curso que los “amorósopatas” tienen grandes dificultades en comprender, a pesar de su sencillez, ya que contradice directamente lo que prefieren pensar.

“El Espíritu Santo sólo te pide esto: que lleves ante Él todos los secretos que le hayas ocultado. Ábrele todas las puertas y pídele que entre en la obscuridad y la desvanezca con Su Luz. Si le invitas, Él entrará gustosamente. Y llevará la luz a la obscuridad si le franqueas la entrada a ella. Pero Él no puede ver lo que mantienes oculto. Él ve por ti, pero a menos que tú mires con Él, Él no puede ver. La visión de Cristo no es sólo para Él, sino para ti y para Él. Llévale, por lo tanto, todos tus pensamientos tenebrosos y secretos, y contémplalos con Él. Él abriga la luz y tú la obscuridad. Ambas cosas no pueden coexistir cuando las contempláis juntos. Su juicio prevalecerá, y Él te lo ofrecerá cuando unas tu percepción a la Suya.” (T14.VII/6)

“Nadie puede escapar de las ilusiones a menos que las examine, pues no examinarlas es la manera de protegerlas. No hay necesidad de sentirse amedrentado por ellas, pues no son peligrosas.” (T11.V/1)

“El perdón pone fin al sueño de conflicto. El conflicto debe ser resuelto. Si se quiere escapar de él, no debe evadirse, ignorarse, negarse, encubrirse, verse en otra parte, llamarse por otro nombre u ocultarse mediante cualquier clase de engaños. Tiene que verse exactamente como es, allí donde se cree que está, y tiene que verse también la realidad que se le ha otorgado y el propósito que le ha asignado la mente. Pues sólo entonces se desmantelan sus defensas y la verdad puede arrojar su luz sobre él según desaparece.” (Ejercicio 333)

“Tal vez te preguntes por qué es tan crucial que observes tu odio y te des cuenta de su magnitud. Puede que también pienses que al Espíritu Santo le sería muy fácil mostrártelo y desvanecerlo sin que tú tuvieses necesidad de traerlo a la conciencia.” (T13.III/1)

"Cuando hayamos superado el miedo - no ocultándolo, ni restándole importancia, ni negando en modo alguno su impacto - esto es lo que realmente verás. No puedes dejar a un lado los obstáculos que se interponen a la verdadera visión a menos que primero los observes, ya que dejarlos a un lado significa que has juzgado contra ellos. Si los examinas, el Espíritu Santo los juzgará, y los juzgará correctamente. Sin embargo, Él no puede eliminar con Su luz lo que tú mantienes oculto, pues no se lo has ofrecido y Él no puede quitártelo." (T12.II/9)

"El Espíritu Santo puede usar todo lo que le ofreces para tu salvación. Pero no puede usar lo que te niegas a darle, ya que no puede quitártelo sin tu consentimiento. Pues si lo hiciera, creerías que te lo arrebató en contra de tu voluntad. Y así, no aprenderías que tu voluntad es no tenerlo. Él no necesita que estés completamente dispuesto a entregárselo, pues si ese fuese el caso, no tendrías ninguna necesidad de Él." (T25.VIII/1)

Como puede verse, si no se identifican los pensamientos inconscientes que están produciendo las emociones conflictivas, el Curso se convierte simplemente en un dogma más, una repetición absurda e inútil de frases que no llegarán a ninguna parte en la mente. Ésta se ha atrincherado para evitar la posibilidad de cualquier cambio. Debido al temor a perder el control ante la aparición de emociones que se han juzgado como peligrosas, han sido relegadas a las profundidades del inconsciente, desde donde siguen manifestándose en la vida de su hacedor, pero fuera ahora de su alcance por haber sido negadas.

 

Andrés Rodríguez





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