Las dificultades, si sabemos utilizarlas, nos ofrecen las mejores oportunidades para desarrollarnos. Pero en lugar de estudiarlas y de buscar el medio de superarlas, la mayor parte del tiempo nos ponemos a gemir, a llorar… Todo esto ocurre simplemente porque aún no hemos comprendido por qué el cerebro está situado en la parte más alta del cuerpo. Si lo hubiéramos comprendido en lugar de quedarnos abajo, en el corazón, en las emociones, en donde se sufre y se llora, nos esforzaríamos para elevarnos hasta la razón, la inteligencia, la luz.
Cuando tengan ganas de llorar, díganse: “Estoy de acuerdo, voy a satisfacerte: mira, incluso me preparo los pañuelos… pero espera un momento, antes voy a reflexionar”. Entonces reflexionan, buscan y encuentran una solución mucho más deprisa que si se dejan llevar por su pena. De lo contrario después de haberse estado lamentando durante tres o cuatro horas ya están agotados, aunque evidentemente están más calmados no avanzan, sino todo lo contrario: han desaparecido las energías, pero subsisten las dificultades. Y al día siguiente, todo sigue igual… Así pues, en lugar de permitir que los absorban sus sentimientos, déjenlos a un lado e intenten alcanzar dentro de ustedes otra región, una región espiritual que es pura razón, pura sabiduría, pura luz.
Cada día disfrutamos de veinte o treinta oportunidades para ejercitarnos, ocasiones muy benéficas. Con lo cual muchas circunstancias aparentemente desagradables contribuyen en realidad a nuestro bien. La vida es muy rica en cuanto a la forma de instruir a los seres humanos. Los sabios reflexionan mucho, se informan de todo, utilizándolo para el bien. Mientras que los demás, que no están iluminados, no saben aprovechar nada, e incluso en el supuesto de que les sucedan cosas positivas, no sólo no saben verlas ni utilizarlas, sino que aún se las arreglan para que estas cosas se vuelvan contra ellos. Por consiguiente, si están conscientes, atentos, todas las pruebas contribuirán a su evolución, pues sabrán utilizarlas. Dirán: ”Esta es una estupenda ocasión”, y cuantas más ocasiones de este género tengan, más desarrollarán su lucidez, su perspicacia y su inteligencia.
Den gracias por las pruebas
Sepan que debido al actual estado de desarrollo de la tierra y al grado de evolución en que se encuentra la humanidad, el hombre tiene que sufrir necesariamente. La tierra es como un lugar de corrección, y al mismo tiempo un centro de aprendizaje. El sufrimiento es pues inevitable, y si lo aceptan, ponen en actividad fuerzas escondidas que originan dentro de ustedes un trabajo inmenso.
Cuando atraviesan un momento difícil, díganse que puesto que son hijos de Dios, poseen dentro de ustedes los medios para superar esta prueba. Tenemos que amar las pruebas. Pero “amarlas” no significa buscarlas estúpidamente…, sino que sólo significa superarlas bien, y para superarlas bien tenemos que aprender a dar las gracias, a estar agradecidos, porque tienen un sentido.
Es preciso comprender que debemos utilizar las dificultades y alegrarnos aunque no tengamos aparentemente ningún motivo para ello. Esta es una filosofía que les permitirá dominar, superar todas las dificultades, tener dominio sobre la vida, ser dueño de todas las situaciones. Y ante vuestro poder, vuestra fuerza del alma, la Providencia dirá: “Quítenle este obstáculo, perdónenle este sufrimiento…”. Y un día permitirá que sean liberados de todo aquello que les estorba.
Las pruebas nos obligan a utilizar nuestros propios recursos
Muchos de los sufrimientos y de las pruebas que pasamos en la vida nos las envía el mundo invisible para obligarnos a utilizar las fuerzas espirituales que poseemos. Cuando estamos saciados, somos ricos y estamos colmados de bienes, nos quedamos en la superficie de las cosas, mientras que la desolación y la tristeza nos empujan a interiorizarnos para encontrar nuevos recursos. El papel de la Iniciación es enseñar al hombre a penetrar en sí mismo para encontrar allí la verdadera riqueza, la verdadera fuerza, el verdadero sostén. En otro tiempo la Iniciación se hacía en los templos, ahora se realiza en la vida corriente y en los momentos en que menos lo esperamos. Pensarán: “Pero, ¿por qué el mundo invisible no nos previene con anticipación de las pruebas por las que tendremos que pasar?”. Porque ante lo imprevisto nos vemos obligados a interiorizarnos más profundamente y a hacer mayores esfuerzos.
Todos tendrán que atravesar pruebas, y es necesario que se alegren por ello, pues representan riquezas. Todos los que no han sufrido son muy pobres, no tienen colores para pintar sus cuadros, simbólicamente hablando. Pero el que ha sufrido puede utilizar todas las sensaciones que ha vivido para pintar cuadros. Los grandes genios, todos los que han realizado algo importante en su existencia, han sufrido mucho. Poseían una tinta negra, y de esa tinta negra han sacado los colores más bellos.
Piensen que los sufrimientos son pasajeros
Ante cada dificultad que se presente, díganse: “Oh, no durará mucho. Es sólo un momento, pasará enseguida.” ¿Se sorprenden? ¿No piensan que esto puede ser eficaz? Sí, es una fórmula eficaz, yo lo he verificado. Sólo el pensar que las desgracias son pasajeras ayuda a soportarlas. Y por otra parte, así es, no durarán eternamente.
La lección de la ostra perlífera
¿Cómo se las arregla una ostra para fabricar una perla? Al principio no es más que un grano de arena que ha caído en su concha, y este grano de arena es una dificultad para la ostra, le irrita. “Ah”, se dice, “¿Cómo podría desembarazarme de él? Me raspa, me pica, ¿qué hacer?” Entonces empieza a reflexionar, se concentra, medita, pide consejo, hasta el día en que comprende que nunca conseguirá eliminar ese grano de arena, pero que puede envolverlo de manera que el grano se vuelva liso, pulido, aterciopelado. Y cuando consigue hacer esto es feliz. Se dice: ”¡He vencido una dificultad!”.
Desde hace millares de años la ostra perlífera instruye a la humanidad, pero los hombres no han comprendido la lección. Y, ¿cuál es esta lección? Que si nosotros consiguiéramos envolver nuestras dificultades y lo que nos contraría en una materia luminosa, amorosa, irisada, obtendríamos riquezas increíbles. Esto es lo que tenemos que comprender. Así pues, de ahora en adelante, en lugar de quejarse y de quedarse ahí corroyéndose ante un acontecimiento penoso, ante una persona insoportable, alégrense diciendo: “Dios mío, qué suerte, de nuevo un grano de arena, ¡ya tengo una nueva perla en perspectiva!” Si comprenden esta imagen de la ostra perlífera, tendrán trabajo para toda la vida.
Omraam Mikhaël Aïvanhov