Pagar por enseñanzas espirituales

De vez en cuando se da la situación en la que algunas personas se sienten ofendidas o sospechan de las enseñanzas espirituales en las que deba realizarse algún tipo de pago. Para arrojar un poco de luz sobre esta cuestión expondremos dos puntos de vista; la experiencia compartida por el maestro y escritor Drunvalo Melchizedek, y el punto de vista de Un Curso de Milagros en el Anexo "Psicoterapia: propósito, proceso y práctica" acerca de la cuestión del pago.  

EL DINERO COMO FLUJO DE ENERGÍA, POR DRUNVALO MELCHIZEDEK

Todos hemos escuchado la advertencia “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre en el reino de Dios”. Desde un punto de vista bíblico, el dinero - o al menos el amor al dinero - es la raíz de todo mal. 

Pero ¿por qué? 

Desde un punto de vista espiritual, el dinero y el materialismo son ilusiones que esconden la verdadera naturaleza y significado de la vida. Si nuestro verdadero propósito involucra el recordar y vivir un viaje sagrado que lleva hacia la conciencia continua de la presencia de Dios, entonces la obsesión con la riqueza y las posesiones nos puede perder. 

Dicho esto, podemos darnos cuenta que algunos de los seres más avanzados espiritualmente que han caminado por la Tierra, también han estado entre los individuos más acaudalados de sus culturas, Saint Germain y José de Arimatea vienen a la mente. Así que siento que el concepto del dinero se clarifica, si podemos comenzar a percibirlo como energía. Cuando lo ponemos en ese contexto, el dinero es un flujo de energía similar a la energía de Fuerza de Vida - prana o chi - y que no es espiritualmente diferente de la energía cinética o atómica, de la electricidad, el calor, o cualquier otra fuerza natural. 

Como con todas las formas de energía, el flujo de dinero sigue las Leyes de la Creación. Y como con todos los flujos de energía, el equilibrio es la clave. Los aparatos eléctricos sólo funcionan con el flujo de corriente apropiado. Demasiado, y los cables y el equipo se queman; muy poco, y nada funciona. Es lo mismo con el calor que nos mantiene calientes y confortables. Demasiado, y nos quemamos; muy poco, y nos congelamos. 

Pero ¿qué es demasiado para un ser humano? 

Como con todas las otras formas de energía, la respuesta a esto es una cuestión individual, dependiendo en la función y propósito en la Vida. La cantidad apropiada de calor para hacer nuestros hogares confortables, sería deplorablemente inadecuada para hacer herraduras para caballos. La cantidad de electricidad que una cámara digital utiliza sería como una gota de agua en una cubeta para operar un refrigerador. La cantidad de dinero que es apropiada para otro, es algo que no podemos juzgar. Sólo lo podemos determinar para nosotros mismos. 

Pero existe un criterio que podemos aplicar al dinero, como a todas las formas de energía, y esto es que debe fluir. Así como experimentamos la insuficiencia de chi en el cuerpo como enfermedad, también experimentamos el flujo insuficiente de dinero como carencia. 

En nuestra cultura moderna, la carencia de flujo de energía financiera generalmente se convierte en una forma de estrés que nos puede distraer de nuestro camino. Pero la situación inversa es igualmente dañina. Demasiado chi, bloqueado y concentrado, lleva a la enfermedad en el cuerpo. Y el dinero que es acumulado con miedo porque no tendremos suficiente, también lleva a una condición de malestar espiritual. 

Cuando estamos en equilibrio con el dinero, confiamos plenamente en que cualquier cosa que necesitemos será provista. No tenemos miedo de gastar dinero en nosotros mismos o para ayudar a otros. El dinero en sí mismo no es el problema. Nosotros hacemos lo que venimos a hacer aquí, sabiendo que los recursos fluirán a nosotros y a través de nosotros. 

Así que la clave parece ser la realización de que la abundancia, como el amor, existe en una medida apropiada tan pronto como liberamos los miedos en torno a ella. Como el amor, el dinero simplemente fluye hacia nosotros conforme lo necesitamos y fluye desde nosotros conforme buscamos crear paz y belleza a nuestro alrededor, para nosotros y para otros. Con la facilidad y entendimiento que nacen de la fe en nosotros mismos y en el Creador, nuestra vida financiera puede convertirse en la manifestación de todo lo que es bueno. 

¿Cómo puedes cobrar por enseñanzas espirituales? 

Estoy por compartir con ustedes mis propias experiencias sobre cobrar por una enseñanza espiritual. Esto que comparto es mi regalo, en un nivel práctico, para aquellos de ustedes que están enseñando información espiritual ahora, o especialmente para aquellos que están a punto de enseñar. Si eres un buscador, tal vez esto te ayude a comprender el balance precario que los maestros espirituales deben encontrar, si quieren permanecer en integridad con lo que te cobran para asistir a sus cursos. 

Cómo comencé a enseñar. 

Hace casi veinte años, mis guías me pidieron que enseñara lo que se me había instruido en los doce años anteriores. Yo no sabía, durante todos los doce años de mi entrenamiento, que se me pediría esto. Por lo que la petición me llegó de sorpresa. 

La petición también me causó un impacto. Tanto, que al principio dije que no. No quería hacer pública mi vida. Sólo estaba pensando en mí mismo. Pero durante un período de casi dos semanas, mis guías me dejaron clara la Ley Espiritual que dice que cuando recibes un regalo espiritual, no lo puedes guardar sólo para ti. Debe ser compartido con otros. Cuando vi la verdad de lo que me estaban diciendo, con renuencia acepté enseñar lo que había aprendido. 

Conforme me dispuse a prepararme para enseñar un curso sobre la meditación MerKaBa de ascensión y la Geometría Sagrada – las formas sagradas y las proporciones que generan la Creación en la que vivimos –  me encontré con un problema ordinario y cotidiano; ¿debía cobrar dinero por este conocimiento espiritual, o debía darse gratuitamente? 

Esta era una pregunta que nunca había entrado a mi mente hasta ese momento. Realmente no sabía qué hacer. 

Las tradiciones espirituales difieren. 

Mi primer pensamiento, debido a que yo asistí a escuelas católicas cuando estaba creciendo, fue que las enseñanzas debían otorgarse libremente. Muchos cristianos creen que porque Jesús regaló sus enseñanzas, los maestros espirituales de hoy también deben hacerlo. 

Pero durante los doce años anteriores, mis guías me habían estado mandando a todo el mundo, aprendiendo de diferentes fuentes y los maestros espirituales y tradiciones con las que me encontré, todas plantean diferentes ideas sobre cobrar por el conocimiento espiritual. 

Durante varios de los doce años, por ejemplo, fui un sufí y la tradición sufí dice exactamente lo opuesto a la tradición cristiana. Los sufíes me enseñaron a no regalar nunca el conocimiento espiritual. Los maestros sufíes con los que estudié creían que debía existir un intercambio. Este no tenía que ser dinero, pero tenía que haber un intercambio o el alumno se perdería la lección. Desde estos dos polos opuestos, comencé a contemplar qué hacer. 


¿Qué haría Jesús? 

Entonces pensé en Jesús. Si él estuviera vivo ahora, ¿podría predicar de la misma forma que lo hizo hace 2000 años? Y vi inmediatamente que la respuesta era no. Para empezar, reunir a miles o incluso cientos de personas en las ciudades es ilegal en estos días. Si lo intentara, Jesús sería arrestado inmediatamente y multado. Y si continuara haciéndolo, lo meterían a prisión. Para reunir personas en forma legal, tendría que haber contratado gerentes para obtener licencias de asamblea, o rentar locales dentro de las ciudades, lo que es muy caro. Si viajara fuera del país en donde viviera, tendría que tener pasaporte y boletos aéreos. 

En otras palabras, si Jesús hubiera desarrollado su ministerio bajo condiciones del siglo XXI, se hubiera enfrentado con los mismos problemas de dinero con los que se enfrentan todos los maestros espirituales de hoy. Así que, por razones simples y prácticas, los maestros espirituales deben cobrar algo o encontrar a alguien que pague los gastos por ellos. De cualquier forma, los gastos son un hecho de la vida. 

La primera realidad con la que me enfrenté, fue el hecho innegable de que si yo iba a reunir a cientos de personas bajo un techo, tendría que pagar por el espacio. Yo no tenía nada de dinero, así que ¿cómo iba a pagar por este local? Se volvió terriblemente claro que tendría que cobrar algo o no podría ni siquiera comenzar a enseñar. 

Cuanto más me daba cuenta de los costos para organizar un seminario – cuentas de teléfono, costos de correo, equipo electrónico y audiovisual, sistemas PA, boletos de avión para varias localidades y todo lo demás – se volvió absolutamente claro que iba a costar dinero enseñar, me gustara o no. 

Más aún, si un maestro espiritual va a dedicar su vida entera a la enseñanza, como se me pidió que yo lo hiciera, tenía que haber suficiente dinero extra para pagar las necesidades simples de la vida – renta, comida, etc. Y tomando todas estas cosas en consideración, me di cuenta de que lo que era importante en el mundo de hoy era que el intercambio del que hablaban los sufíes fuera justo. 

Existen organizaciones espirituales que requieren que les dones todo lo que posees antes de enseñarte y algunos que te piden precios tan altos, que sólo pocas personas podrían pagar por su conocimiento espiritual. Una, que no identificaré, les pedía a los estudiantes que pagaran más de $ 100,000 dólares por la información. Éstos son ejemplos extremos y en mi mente están equivocados. No son justos. 

Regalarlo. 

Después, cuando comencé realmente a enseñar, descubrí que no importa qué precio le pongas a la clase o seminario que estés enseñando, para algunas personas será demasiado caro. Hay personas que son tan pobres – especialmente en otros países – que cualquiera que sea el precio es imposible para ellos. Mi primera solución a esto fue permitir lugares gratis para aquellos que no podían pagar. 

Y fue allí cuando comencé a experimentar directamente la razón del entendimiento sufí, de que nunca debes regalar el conocimiento espiritual. Yo realmente no sabía por qué los sufíes creían en esta idea, pero la respuesta se desplegaba ahora justo ante mis ojos. 

Curso tras curso, conforme daba lugares gratis a aquellos que decían que de otra forma no podían asistir, experimenté que eran estas personas – a las que se les permitió entrar gratis – las que nunca comprendieron lo que se estaba enseñando. Incluso descubrí que si otra persona le pagaba la clase a alguien, había el mismo problema. Los estudiantes gratuitos casi siempre eran los que llegaban tarde y se iban a la mitad. Eran los que se quedaban dormidos o hablaban durante la clase. E incluso más importante, eran los que no practicaban realmente en la meditación después de terminado el curso. Las razones de los sufíes para no regalar nunca el conocimiento espiritual eran evidentemente aparentes. 

Un intercambio justo. 

Entonces, ¿cuál es la respuesta? Decidí que el intercambio era sumamente importante. Si los alumnos recibían la enseñanza gratis no tendría significado para ellos, pero el intercambio no tenía que ser dinero. En lugar de dinero, podían dar tiempo y energía. Al hacerlo así, involucrarían su deseo por aprender y tendría significado para ellos. 

Por lo que les propuse a aquellos que decían que no podían pagar que si donaban su tiempo como voluntarios en una institución de beneficencia como la Cruz Roja – suficiente tiempo, basado en 10 dólares por hora, para pagar por el taller – entonces podían asistir gratis. Les pedí una carta de la institución para verificar su tiempo. 

Todavía hago eso actualmente. Y lo que es verdaderamente fascinante, es que sólo una persona de cada cincuenta realmente me toma la oferta. Aunque no estén trabajando y pudieran donar fácilmente su tiempo, resulta que la mayoría de los que piden venir a mis talleres sin pagar no lo están haciendo por un profundo deseo espiritual, sino simplemente porque quieren obtener algo por nada. 

Cómo afectan las creencias en los resultados. 

Otra parte de la ecuación de pagar por el conocimiento espiritual es que lo que sea que creamos que es verdad sobre el dinero, afecta el resultado. Cuando comencé a enseñar, decidí que lo justo eran 222 dólares por tres días. Apenas podía pagar todos los gastos, pero esa cantidad me parecía justa a mí. 

Sin embargo, mi secretaria, que arreglaba los cursos y que hablaba con los estudiantes potenciales, pensaba que esta cantidad era excesivamente alta. Incluso cuando podía ver en los libros que realmente estábamos perdiendo dinero, ella todavía creía que el taller era demasiado caro. Y así, cada vez que alguien llamaba para registrarse para un curso, sus creencias se transferían a la persona que se estaba registrando. Inevitablemente, pedían un plan de pagos. Terminé con cientos de personas haciendo pagos, lo que nos estaba enviando lentamente hacia la bancarrota. 

Después mi secretaria se cambió a otro estado y la reemplacé con una mujer que creía lo opuesto a su predecesora. Ella creía que lo que estaba cobrando era definitivamente muy poco. Así que me convenció para subir el monto a 333 dólares. Y debido a que ella pensaba que este importe era justo, desde que ella llegó, ni una sola persona sintió que necesitaba un plan de pagos. Ni una sola. 
Esta historia muestra claramente que lo que tú crees afecta el resultado – incluso con el dinero. Incidentalmente, esto es igualmente verdadero si tienes una práctica de curación. No aplica sólo a la enseñanza. 

El éxito financiero es importante. 

Hoy, después de casi veinte años de experiencia sobre el tema de pagar por el conocimiento espiritual, creo más que nunca que necesita haber un intercambio. Este necesita ser justo, pero no cobrar por una enseñanza espiritual no funciona, ni para el maestro, ni para el alumno. 
Y lo que tú creas personalmente sobre el dinero, afectará el resultado. Tus creencias sobre el dinero determinarán finalmente si tienes o no éxito económico. Y tener éxito económico es importante, porque mientras no lo tengas, estarás limitado en tu habilidad para compartir con otros las enseñanzas espirituales que Dios te ha otorgado." 

Drumvalo Melchizedek 


Vamos a ver a continuación lo que plantea Un Curso de Milagros sobre pagar o no por enseñanzas espirituales, que puede encontrarse en el Anexo a Un Curso de Milagros “Psicoterapia: propósito, proceso y práctica”, en la sección llamada “La cuestión del pago”.

LA CUESTIÓN DEL PAGO 
 
"Nadie puede pagar por la terapia, porque la curación es de Dios y Él no pide nada. Sin embargo, es parte de Su plan que todo en este mundo sea utilizado por el Espíritu Santo para ayudar a cumplir con el plan. Incluso un terapeuta avanzado tiene ciertas necesidades terrenales mientras permanece aquí. Si necesita dinero, le será dado, no como pago, sino para ayudarle a servir mejor los propósitos del plan. El dinero no es malo; no es nada. Pero nadie aquí puede vivir sin ilusiones, pues aun ahí debe esforzarse por lograr que todo el mundo acepte la última ilusión en todas partes. Tiene un gran peso en lo que se refiere a este propósito, para el cual vino aquí. Permanece aquí solo para esto. Y mientras permanezca aquí todo lo que necesite durante su estancia le será otorgado. 

Sólo el sanador no sanado intentaría sanar por dinero. Y no tendrá éxito en la misma medida en que lo valore. Tampoco encontrará su curación en el proceso. Habrá algunos a los que el Espíritu Santo pedirá un pago por Su Propósito. Habrá otros a los que Él no pedirá nada. No será nunca el terapeuta el que tome esas decisiones. Hay una diferencia entre pago y costo. Dar dinero donde el plan de Dios rige, no tiene coste alguno. Retenerlo o impedir que llegue a donde pertenece por derecho tiene un coste enorme. El terapeuta que hiciera esto perdería tal nombre, porque nunca comprendería lo que es la curación. No lo puede dar, por lo tanto no lo puede tener.

Los terapeutas de este mundo no tienen en realidad ninguna utilidad para la salvación del mundo. Piden y por lo tanto no pueden recibir. Los pacientes solamente pagan por un intercambio de ilusiones. Esto sí que exige un pago, y su coste es enorme. Una relación "comprada" no puede ofrecer el único regalo donde toda curación es alcanzable. El perdón, el único sueño del Espíritu Santo, no puede tener coste. Porque, si lo tiene, lo único que hace es crucificar al Hijo de Dios de nuevo. ¿Podría ser esta la manera como ha de ser perdonado? ¿Es esta la forma en que el sueño de pecado terminará? 

El derecho a la vida es algo por lo que nadie tiene que luchar. Se le prometió y está garantizado por Dios. En consecuencia, es un derecho que el terapeuta y el paciente comparten totalmente. Si su relación ha de ser santa, lo que uno necesita, el otro se lo da, de lo que uno carece, el otro provee. Es ahí donde la relación se torna santa, porque es ahí donde ambos son sanados. El terapeuta paga al paciente con su gratitud, y el paciente responde con la suya. No hay coste alguno para ambos. Pero ambos se hacen acreedores de un inmenso agradecimiento por la liberación de un cautiverio y por el fin de la duda. ¿Quién podría no estar agradecido por un regalo tal? Aún más, ¿quién podría imaginar que algo así pudiese ser comprado? 

Se ha dicho claramente que a quien necesite le será dado. Porque tiene, puede dar. Y porque da, recibirá. Esta es la ley de Dios y no la del mundo. Por lo tanto es la de los sanadores de Dios. Dan porque han oído Su Palabra y la han comprendido. Así, todo lo que necesiten les será dado. Pero perderían toda su comprensión si por un momento olvidasen que todo lo que tienen procede de Dios. Si creen que necesitan algo de un hermano, ya no podrán reconocerlo como tal por más tiempo. Y si hacen esto, hasta en el mismo Cielo se apaga una luz. Donde un Hijo de Dios se vuelve contra sí mismo, solamente puede encontrar oscuridad. Se ha negado la luz a sí mismo, y no puede ver. 

Una regla debe ser siempre observada: nadie debería ser rechazado por no poder pagar. Nadie es enviado a alguien por accidente. Todas las relaciones tienen siempre un propósito. No importa lo que hayan sido antes de la llegada del Espíritu Santo, siempre son Su templo potencial; el lugar de descanso de Cristo, y el hogar de Dios Mismo. Quienquiera que venga ha sido enviado. Quizá fue enviado para proporcionarle a su hermano el dinero que necesitaba. Ambos serán bendecidos ahí mismo. A lo mejor fue enviado para enseñar al terapeuta cuánto necesitaba el perdón, y cuán poco valioso es el dinero en comparación. De nuevo ambos serán bendecidos. Solamente en términos de coste podría tener uno más que otro. Al compartir, todos ganan una bendición sin coste alguno. 

Esta visión del pago puede resultar poco práctica, y a los ojos del mundo lo será. Pero en verdad ni un solo pensamiento del mundo es realmente práctico. ¿Cuánto se puede obtener por luchar por las ilusiones? ¿Cuánto se pierde cuando se abandona a Dios? ¿Y es acaso posible hacer esto? Ciertamente no es práctico pelear por nada, ni tampoco lo es intentar lo imposible. Por lo tanto, parémonos un instante, lo suficientemente largo como para pensar esto: quizá has estado buscando la salvación sin saber dónde hacerlo. No importa quién te pida ayuda, él o ella pueden enseñarte dónde buscarla. ¿Qué mayor regalo que este se te podría ofrecer? ¿Qué mayor regalo podrías tú ofrecer? 

Médico, sanador, terapeuta, maestro, sánate a ti mismo. Muchos vendrán a ti portando el don de la curación, si te decides por ella. El Espíritu Santo nunca rehusará una invitación para entrar y permanecer junto a ti. Te dará oportunidades sin fin para que abras la puerta a la salvación, porque esa es Su función. Te dirá también cuál es exactamente tu función, en todas y cada una de tus circunstancias, y en todo momento. Cualquiera que Él te envíe te hallará, ofreciendo la mano a su Amigo. Permite que el Cristo en ti le dé la bienvenida, porque ese mismo Cristo se halla en él también. Niégale la entrada, y has negado el Cristo en ti. Recuerda la triste historia del mundo, y las alegres noticias de la salvación. Recuerda el plan de Dios para la restauración de la dicha y la paz. Y no olvides cuán simples son los caminos de Dios." 
  

NUESTRA EXPERIENCIA

Finalmente, la experiencia con respecto al pago a lo largo de los años con los grupos de estudio de Un Curso de Milagros confirma todo lo anteriormente expuesto. La actitud hacia el dinero por parte de quienes no creen poder tenerlo es la misma que con respecto a la sanación, como regla general. Cuando hemos ofrecido acceso a la enseñanza de forma gratuita el resultado siempre ha sido el mismo. En poco tiempo la persona abandona el estudio. Por eso nunca se maneja el tema como una cuestión económica, sino de actitud. 

Cuando el dinero es un obstáculo, tanto para asistir a un grupo de estudio como para un proceso terapéutico, las circunstancias mentales suelen ser siempre las mismas: falta de autoestima, resistencia al cambio, pensamiento miserable, sensación de pérdida o injusticia, creencia en que el sacrificio ofrece algo valioso, etc. 

Hace algunos años llegó claramente la indicación de que no debía cobrarse por la enseñanza. El ejercicio de la actividad conllevaba bastantes gastos en alquiler de salas, viajes (algunos de ellos internacionales), medios técnicos, material de estudio, comida, etc. Sin embargo, debido a que la indicación de no cobrar era clara, seguimos esa dirección y únicamente recibíamos lo que los estudiantes ofrecían voluntariamente. Entonces pasó algo interesante. La cantidad de estudiantes se triplicó, pero el nivel de aprendizaje de los grupos de estudio se vio seriamente afectado. Por ser una actividad gratuita, los grupos se llenaron de personas sin ningún tipo de compromiso con el aprendizaje, que acudían por entretenimiento más que por otra cosa, e interrumpían continuamente con comentarios superficiales y fuera de lugar a sus compañeros realmente interesados. Eran estos últimos, sin embargo, los que sostenían económicamente la actividad gracias a sus aportaciones voluntarias. La situación se mantuvo así por más de un año. Los gastos siempre se cubrían y, en ese sentido, nunca faltó nada. Pero la falta de seriedad de los estudiantes de pensamiento miserable estaba afectando seriamente al resto, por lo que se vio claramente que no era práctico, si se quería ofrecer una enseñanza de calidad, que se continuara con esa situación. La idea de que había que establecer un precio asequible llegó entonces con mucha claridad, y cuando finalmente se hizo, la profundidad del aprendizaje y el buen funcionamiento grupal se restableció nuevamente, permitiendo un espacio ahora sin interrupciones a aquellos que realmente estaban comprometidos con el aprendizaje.

La mentalidad miserable siempre busca obtener, y debido a ello hace exigencias amparándose en principios espirituales que conoce de oídas y que interesadamente repite como un loro, pero sin haber entendido nada. Se basa en fantasías obtenidas de libros de historias espirituales de antiguos maestros y discípulos, reales o inventados, de alguna época pasada. Debido a la ignorancia más profunda y a no haber estado nunca realmente involucrado con personas que se dedican a la enseñanza seriamente, no llega a distinguir esas imágenes mentales ficticias de una situación contemporánea que nada tiene que ver con eso. Cree que los maestros o sanadores de este mundo deben postrarse a sus pies y regalarle su tiempo y el fruto de años de experiencia y conocimiento (cuando no de inversión económica en formación y preparación) a estos príncipes y princesas esclavos de su propia ignorancia y engañados con ropajes espirituales, que salen huyendo en todas direcciones cuando de pronto se encuentran frente a frente con esa enseñanza que tanto creen anhelar, pero que en el fondo rechazan.

La mentalidad miserable no quiere maestros dedicados a la enseñanza. Busca aficionados, charlatanes, engañabobos y todo tipo de personajes excéntricos que no supongan un peligro para su inmovilismo. Busca a aquellos que ofrecen la enseñanza porque es un pasatiempo más en sus vidas, algo que realizan si es que les sobra tiempo. Un charlatán no supone una amenaza porque sus palabras están vacías. Su propia vida no muestra un verdadero compromiso, por lo que no son peligrosos. Sólo puede hablar de cosas superficiales, adornadas con palabras espiritualizadas, pero sin ningún fondo. Pero un maestro dedicado exige compromiso porque está completamente comprometido, y no considera a su estudiante menos capaz de comprometerse que él. Y esto es lo que aterra al pensamiento miserable. El compromiso. Por eso busca a quienes son como él para aprender gratuitamente lo que no tiene ningún valor.

Toda esta confusión es la consecuencia de la pereza mental más absoluta en lo que respecta a esta cuestión, y de no haberse tomado mínimamente el tiempo para reflexionar sobre ello. Por supuesto, al margen de estafadores y aprovechados falsos maestros que tratan de enriquecerse a costa de la ignorancia de otros, estamos planteando la cuestión en relación a todas aquellas personas que invierten tiempo en dedicarse a enseñar y que tienen algo importante que compartir. ¿Habría que pedirle a alguien que ha entregado su vida a la enseñanza, aunque esta sea espiritual, que dedique gran parte de su tiempo a realizar cualquier otro tipo de labor retribuida porque cobrar por la espiritualidad es “malo”? ¿Con qué tiempo contaría después para poder llegar a otros que realmente necesitan esa información? ¿A cuántos podría llegar? ¿Quién está interesado en tener a los maestros de Dios entretenidos con funciones diferentes a la única que han venido a desarrollar aquí en beneficio de todos? Hacer las cosas bien requiere dedicación, atención, tiempo. ¿Sería posible que un maestro que dedicara su energía a cualquier otra cosa para obtener ingresos tuviera después el tiempo necesario como para emplearlo en la enseñanza?

Un maestro dedicado supone una amenaza para el pensamiento miserable porque enseña con el ejemplo que el sacrificio no es necesario. Y eso es lo que la miseria no está dispuesta a aceptar. Ahí es donde se confronta todo su mundo, que exige que los que enseñan inocencia sean castigados. Esa es la motivación profunda que se esconde detrás del pensamiento que cree que un maestro de Dios no debe cobrar por las enseñanzas espirituales. En realidad no le importa el dinero que el maestro cobre, porque los ignorantes que no piensan seriamente sobre todo esto no tienen inconveniente con ello, siempre y cuando éstos paguen con algún tipo de sacrificio, debido a que ellos mismos viven vidas sacrificadas debido a su profundo sentimiento de culpa. Esa es la razón por la que buscan a aquellos maestros que, sintiéndose tan culpables como ellos, creen que cobrar por este tipo de enseñanzas es “malo” o “no espiritual”, olvidando por completo que el Espíritu de Dios lo abarca todo y que no hay nada excluido de Él.

Como estamos hablando de un problema mental y no económico, no sería práctico, de cara a la sanación, que se limitara el acceso a la información a las personas que adolecen de este tipo de creencias. Esa es la razón por la que se lleva a cabo firmemente la indicación que plantea el Anexo: "Nadie debería ser rechazado por no poder pagar". Por esa razón ponemos a disposición de quienes aún conservan una mentalidad de escasez, material gratuito que pueda servirles para modificar su punto de vista con respecto a sí mismos.

En el extremo contrario se encuentran las personas con grandes posibilidades económicas, que utilizan los cursos o terapias como "bien de consumo". Al considerarlas como cualquier otra cosa que se puede comprar, y por lo tanto "controlar", tampoco pueden beneficiarse de la enseñanza, ya que cuando ésta se adentra demasiado peligrosamente en su acomodado sistema de pensamiento, rápidamente la abandonan en busca de nuevos cursos de moda que consumir. En esto, como en todo, obviamente hay excepciones.

Algunas personas dejan de lado una enseñanza por el "costo" que puede suponerles, sin darse cuenta de que ciertas creencias en sus mentes les saldrán mucho más caras económicamente hablando. La cantidad de cosas y situaciones costosas en las que la mente se embarca para tratar de apaciguar la ansiedad, el miedo, o simplemente auto castigarse, es infinita. De hecho, la sociedad de consumo se basa en ese profundo vacío interno que la mayoría de las personas tienen para tratar de paliar su dolor con dinero. 

Por todo lo anteriormente citado, el dinero a pagar con respecto a las enseñanzas o terapias relacionadas con la espiritualidad debiera ser algo ya superado y dejado a un lado, una mera transacción al alcance de todas las personas que realmente estén interesadas en su salud mental y emocional, teniendo claro previamente el orden de prioridades que quieren tener en sus vidas.

Andrés Rodríguez





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