Qué será de Un Curso de Milagros en el siglo XXI

Primero, un descargo de responsabilidad: La información que proveo aquí con respecto a los primeros tiempos del Curso contiene algunas observaciones personales, pero mayormente proviene de muchas conversaciones que mi esposa Gayle y yo tuvimos con Bill Thedford en el transcurso de varios años. Cualquier inexactitud se la pueden achacar a mi mala memoria con respecto a lo que Bill nos dijo, ya que nada de lo que aparece aquí ha sido tomado de libros ni biografías acerca del Curso. 

Bill pensaba que era muy divertido ver que muchos de los detalles “oficiales” acerca de cómo surgió el Curso no eran lo que él recordaba, aun cuando para esa época él era la única persona viva de los que habían comenzado con el Curso. Por ejemplo, un día se rió y dijo: “ahora dicen que el Curso se recibió en un periodo de ____ años. Siempre pensé que habían sido ___ años.” Mi propósito (más adelante se darán cuenta por qué) no es corregir detalles históricos y por eso no lo haré. “Meterse con los detalles” en lugar de meterse en Dios es lo que causa todos los problemas. 

La lección que Gayle y yo aprendimos fue, que a pesar de que Bill estuviese en desacuerdo con alguno de los “hechos” que se estaban documentando acerca de la vida de Helen, la suya propia, y algunas de las acciones que se estaban llevando a cabo en nombre del Curso, él no sentía la necesidad de imponer su postura a otros. Sin embargo, ten en cuenta que sí tenía una postura con respecto a este tema y muchos otros, y a menudo la verbalizaba, más lo hacía a modo de chiste. 
 

Es imposible tener un ego y no tener una postura, una opinión ni una actitud con respecto a algo. De hecho, cuando observamos nuestras mentes con honestidad, vemos que tenemos emociones mixtas y múltiples opiniones acerca de casi todo. La forma en que manifestamos nuestras posturas, nuestros puntos de vista – en lugar de ignorarlas – es lo que determina nuestro sentido de integridad y paz. Bill nos decía con su tierno ejemplo: no te preocupes por tu postura – es lo que inevitablemente sucederá si tratas de imponérsela a alguien 

Existe un paralelo interesante entre el comienzo del Curso y el comienzo de la Ciencia Cristiana. Mary Baker Eddy, al igual que Helen sintió que ella estaba recibiendo un mensaje que provenía de una fuente superior. No creo que sea coincidencia que el primer impulso de la Sra. Eddy fue no poner derecho de autor ni estructurar el mensaje, especialmente porque existía este mismo sentir en el comienzo de Unity y muchos otras enseñanzas espirituales. 

En el caso de Un Curso de Milagros, era Bill quien más claramente manifestaba dicha actitud a través de su ligereza de corazón y perspectiva humorística de que el Curso se valía por sí mismo, y que sencillamente señalaba una Verdad que jamás podría limitarse a palabras, que no podía hacer daño a nadie hacer lo que dice. Y lo que dice es: olvídalo y acude a Dios. Por ejemplo, sé de dos ocasiones en que Bill recomendó a gente que discutía acerca del “significado de lo que el Curso decía”, que “arrancasen la página” porque él decía que “nada debe interponerse entre tú y tu hermano.” Si existiese un solo manuscrito del Curso, y si hubiésemos seguido los consejos de Bill, me atrevo a decir que hoy en día no le quedaría ni una sola página. ¡Y puede que, en muchos aspectos, eso fuese una buena cosa! 

Mientras Bill vivía, el Curso navegaba sobre un mar de flexibilidad y buen humor. Y, a pesar de que algunos grupos le dieron un significado muy loco a alguna de sus palabras, en realidad ello no causó daño alguno. Consecuentemente pensé, ingenuamente, que el Curso sería la primera enseñanza espiritual que no se convertiría en herramienta de separación. Pero mi creencia de que el Curso era diferente fue parte del error que muchos cometimos. Aunque la separación se había apoderado de las enseñanzas de Mahoma, Buda, Jesús, Lao Tzu, los Profetas y hasta del “Libro Grande” (AA), ¿cómo podría suceder con el Curso siendo éste la única enseñanza que se basaba únicamente en la unicidad y el perdón? En otras palabras ¿cómo la separación se iba a apoderar de una enseñanza tan separada de las demás? 

Podía suceder y sucedió. En mi opinión, sucedió por la misma razón que tantos hindúes devotos practican la sumisión y la esclavitud. Por el mismo motivo que se asesinan niños en nombre de Mahoma. Por el mismo motivo que los estudiantes de Buda hacen estatuas suyas en oro. Y por la misma razón que Jesús, quien enseñó que demos todo a los pobres, practiquemos el perdón absoluto y nos consagremos los unos a los otros, se convirtió en el símbolo del segmento más prejuiciado y privilegiado de nuestra cultura. 

Mas la lección que aquellos de nosotros que hemos elegido el Curso como nuestro sendero ahora debemos aprender – de hecho, estamos forzados a aprender – en el siglo XXI, es distinguir entre el libro y la Realidad hacia la que el libro nos guía. Lo único separado acerca del Curso, la única parte que está en el mundo – la única parte que se nos enseñó a olvidar – es lo que se puede manipular. Un libro es simplemente palabras, en la primera lección somos tiernamente guiados – quizá algunos digan que divinamente engañados – a mirar el libro y decir. “Este libro no significa nada.” 

Solo los egos pueden ver las palabras del Curso. Sólo las palabras se le pueden quitar a una persona, dárselas a otra, usarse por dinero, usarse para litigar, para sancionar, usarse para títulos y certificados, y usarse para dejar atrás lo que ahora es un largo sendero de resentimientos, ira, pérdidas económicas, sentimientos heridos y amarga rectitud. ¿Y qué tiene que ver Dios con toda esta locura? Nada. Las palabras son sólo palabras, y el propio Curso nos asegura que pronto no necesitaremos palabras. 

No te equivoques; el inevitable avance hacia la separación no tiene nada que ver con los particulares egos envueltos. El mundo está basado en la separación. A pesar de lo que los individuos hagan o dejen de hacer, eventualmente todo en el mundo se convierte en una fuerza de separación. Este hecho no nos debe entristecer sino darnos la libertad para abandonar (dejar ir) lo que nunca ha sido parte de Dios. Dios no es un libro. 

Como sugerí anteriormente, es prácticamente imposible hacer la primera lección del Curso sin decir: “Este libro no significa nada.” Mas si realmente nos lo creyéramos, ¿cómo sería posible pelear acerca de quién debería llevar el control, o cómo debería ser ese control? Podemos tratar de controlar a los controladores del libro, o podríamos acudir a Dios. Podemos discutir con respecto a qué ego interpreta mejor el libro, o podemos acudir a Dios. 

¿Y que pasará con el libro en el siglo XXI? Pienso que continuará perdiendo popularidad, y eventualmente estará cercanamente ligado con organizaciones y personalidades que batallaron por él y que le darán un significado ante los ojos del público. Las palabras “Un Curso de Milagros” simbolizarán algo bastante diferente a su verdadero significado al igual que ha pasado, en mayor escala, con las palabras “cristiano”, “Jesús” y “la Biblia.” 

Pero nada de eso te importa a ti porque la verdad seguirá siendo verdad. El amor seguirá rodeándote. La santa luz de Dios seguirá brillando en ti. Y El que nunca se ha apartado de tu lado te guiará a casa, sin peligro. Sospecho que aún en el mundo, la Fuente de los mil cursos que ya nos han llegado nos enviará mil más, y otros mil después, hasta que por fin veamos que el significado de cualquier enseñanza real no tiene nada que ver con la forma de enseñarla. El significado está en la Realidad a la cual nos guía. 

¿Cuál es, entonces, nuestra función con respecto al Curso en el siglo XXI? Nuestra función es estar profundamente conscientes de que el mundo nos llama a la separación, y amar cada vez más la llamada de Dios para volver a casa. 

Hace unos años asistí a una reunión donde me encontré con mucha de la gente asociada con el Curso que Gayle y yo habíamos conocido en los años 70. Como dije anteriormente, no he conocido ninguna enseñanza que enfatice la inocencia y la unicidad de forma más directa que Un Curso de Milagros. No conozco ninguna enseñanza que se clasifique a sí misma, con mayor claridad como una ayuda temporal, de utilidad para algunos mas no para todos. Un Curso de Milagros sencillamente no se presenta a sí mismo como una enseñanza superior, ni como una enseñanza permanente, y en mi opinión, el corazón de la enseñanza es que debemos dejar a un lado la creencia de que somos “especiales” como individuos, y reconocer que no sólo somos iguales sino uno con todos y uno con Dios. 

¿Qué efecto tiene en sus estudiantes dicha enseñanza a largo plazo? Me quedé sorprendido que después de veinte años los efectos eran contrarios a lo que yo esperaba. Excepto por dos o tres, todos los otros que me encontré en la reunión estaban mucho más separados y egocéntricos de lo que eran cuando Gayle y yo los conocimos. De hecho, sus egos eran tan grandes que muchos de ellos no eran capaces de sostener una simple conversación. Hacían declaraciones y no escuchaban lo que los demás decían. Yo estaba horrorizado y cuando regresé a casa le dije a Gayle: “si esto le ha sucedido a la mayoría de nuestros amigos del Curso, ¿será que a nosotros también? 

Y, sin duda nos había pasado a nosotros también. Aunque llevábamos tiempo notando resultados adversos en muchos estudiantes con respecto a la mayoría de las religiones y enseñanzas espirituales, habíamos pensado que, como estudiantes del Curso, éramos inmunes a ello, ya que el Curso hace énfasis en invertir dicha dinámica. Y si la dinámica no es culpa de la enseñanza o la religión misma – y en la mayoría de los casos no lo es – ¿que error están cometiendo los estudiantes para causar esto? 

Cuando Gayle y yo decidimos observarnos con honestidad, descubrimos que, a pesar de haber sido ministros, maestros espirituales por muchos años y haber escrito más de una docena de libros sobre espiritualidad, no nos habíamos hecho más amables y ni siquiera más cuerdos. Nosotros, al igual que la mayoría de los individuos, comenzamos un sendero espiritual con la intención de convertirnos en mejores personas y encontrar formas de ser verdaderamente útiles, pero caminamos en dirección opuesta. Mientras más tiempo y pensamiento le habíamos dedicado a las enseñanzas y a la escritura acerca de nuestro camino, más egocéntricos nos habíamos hecho. ¡Estábamos menos flexibles, nos costaba perdonar, y éramos menos generosos que antes de comenzar nuestro sendero! 

Lo que realmente habíamos aprendido había sido cómo enmascarar nuestros egos, actuar espiritual, y estar menos conscientes de nuestros pensamientos. Para colmo habíamos acumulado cientos de nuevos conceptos espirituales, los cuales, desafortunadamente, son la principal medida a través de la cual se juzga a los maestros espirituales (al igual que, por supuesto, a los políticos, reporteros, autores de temas reales, expertos en televisión y similares). 

Al igual que nosotros, la gente más devota parece no darse cuenta de que dichos cambios están ocurriendo. Piensan que están progresando, hasta que un día (si tienen suerte) se enfrentan al hecho de que sus peores impulsos han estado creciendo y teniendo mayor influencia en ellos. En lugar de un verdadero despertar, toman una decisión inconsciente de creer que ya han llegado o que ya se han acercado suficientemente al final del viaje, de modo que la distancia que falta no es importante, y requiere poca atención. 

No cabe duda que hay muchas excepciones a esta generalización, aunque no tantas como pensábamos que habría cuando comenzamos a estudiar el fenómeno. Este descubrimiento nos ha llevado a poner mayor énfasis para descubrir las formas en que el ego se apodera de nuestros esfuerzos espirituales. Porque, de hecho, el día en que comenzaste tu camino espiritual, el ego también comenzó el suyo y por cada motivo espiritual que tienes, también hay un motivo del ego. Esto no es motivo de miedo, sino una razón para estar más consciente. 

Los individuos que conocemos íntimamente y que creemos que están cerca del despertar no parecen tener ningún interés en compararse con otros. En general viven vidas comunes y sencillas. Es cómodo y hasta apacible estar a su alrededor. Por lo general dedican su tiempo a cosas sin mayor importancia y su corazón a gente “no importante”. No tienen conceptos inflexibles ni patrones rígidos, sus temas de conversación son comunes y corrientes y su comportamiento es normal. Son fáciles de complacer y a menudo están felices porque sí. Como sus propios egos ya no son destructivos, encuentran que los egos de los demás son divertidos y simpáticos. Ante todo se consideran iguales a los demás y son familiares. No serían buenos prospectos para la portada de una revista. Y sin embargo en el mundano diario vivir derraman silenciosamente su consuelo y su paz. 

Bill Thedford era así. El no hablaba del Curso. No escribía libros acerca del Curso. Muy pocas veces hacía declaraciones públicas acerca del Curso, y cuando lo hacía era porque alguien se lo pedía encarecidamente. Lo que Bill hacía era vivir el Curso serena y felizmente. Y aunque se daba cuenta de que ésta era la mejor forma de hacerlo, jamás le dijo a sus amigos: “bien puedes o enseñar el Curso o vivirlo, pero nunca podrás hacer las dos cosas.” De esta forma él fue verdaderamente un “maestro de Dios” porque enseñó de la forma en que el manual define cómo enseñar. 

¿Quiere decir esto que aquellos que hablan o escriben del Curso caminan por un callejón oscuro? Por supuesto que no. ¿Quiere decir que cualquiera que ame hablar de ideas metafísicas ha perdido el rumbo? Por supuesto que no. Pero sí quiere decir que aquellos que se cubren de conceptos espirituales corren el riesgo de creer que ellos son los conceptos. No es difícil darse cuenta de que, en nuestra cultura, la gente que se dedica, continuamente, a hablar de Dios ostentosamente, usualmente comienzan a asumir una actitud de sabelotodo. En otras palabras, se han convertido, en sus mentes, en el Dios que profesan. 

Mucha gente abiertamente devota dice: “todos están en un sendero”. Mas lo que parecen estar pensando es: “Sin embargo, yo estoy en un camino espiritual.” En otras palabras, “ahora que creo en la unicidad, me doy cuenta que tú y yo no somos uno.” 

Habiendo caído en esta trampa, reconocemos que no hay nada más egoísta o separatista que pensar que tú, personalmente, tienes un enfoque más alto de la vida que la mayoría de los demás. ¿Cómo podría ser superior el sendero de uno al sendero de otro si Dios nos guía a todos? 

Es irónico que individuos con creencias espirituales sólidas a menudo tengan egos más grandes, sean más rígidos, sean, inconscientemente, más enjuiciadores, y sea más incómodo estar alrededor de ellos que de gente que tiene poco interés en las enseñanzas metafísicas, religiosas o místicas. Aquellos que valoran el concepto de la unicidad a menudo carecen del deseo de sentir la unicidad y la igualdad con otro. 

La parte del ego en nosotros no actúa independientemente de nuestros deseos, porque es nosotros – al menos ésta es nuestra evidente y profunda convicción. Si aún juzgamos a nuestro adolescente es porque aún deseamos juzgar a nuestro adolescente. Si estamos confundidos con respecto a lo que nuestra pareja espera de nosotros, es porque aún deseamos estar confundidos. Obviamente que creer en la unicidad no disminuye, automáticamente, el deseo de unicidad, y mucha gente lo cree y lo practica. Sin embargo, es interesante ver cuán a menudo proclamamos lo que se debe hacer aunque nosotros mismos no lo hacemos, y criticamos en los demás lo que con frecuencia hacemos. 

Irónicamente, aquellos que piensan que tienen los egos más pequeños, son los que más grande lo tienen. A menudo, los que se auto proclaman “buscadores de la verdad,” tienen un complejo de superioridad inconsciente y se convencen que lo han logrado. Los que se consideran normales y corrientes e iguales a los demás, y quienes están consciente de sus limitaciones no caen en la tentación de creer que pueden descubrir una verdad espiritual por sí mismos que otros desconocen. Sin embargo, eso es lo que un “buscador de la verdad” cree. 

Un Curso de Milagros puede sobrevivir el siglo XXI si aquellos que ven la Realidad hacia la cual éste señala eligen traspasar la frontera de sus egos y aceptar los intereses de los demás como los suyos propios. El despertar no es unirse con un concepto brillante en el Cielo. Es unirse los unos con los otros. Se vive y se expresa a través de los cientos de pequeños encuentros, diligencias y tareas que se llevan a cabo a diario. Sólo en cada instante podemos elegir ver nuestra uniformidad, igualdad y unicidad. Únicamente nos podemos despertar al Amor amando. Sólo podemos tener paz cuando extendemos Paz. 

Diariamente, durante nuestras actividades y mentalmente, tenemos cientos de pequeños encuentros con otras personas. En cada uno de estos contactos entregamos algo, y ese algo determina si el Curso continúa existiendo. La única forma de poder garantizar que esta preciosa enseñanza no caiga en oídos y corazones muertos es si damos el pequeño milagro de comprensión, apoyo, tolerancia y felicidad. Abandonemos el sangriento campo de batalla donde los egos pelean por el derecho de expresión. Ese nunca fue el propósito del Curso. Dios es. Dios está aquí. Nunca hemos abandonado nuestro hogar. Así que estemos felices de saber que los brazos de Dios aún nos rodean. Su corazón sigue siendo el nuestro. Sus ojos son los nuestros. Él es lo único que existe.

 

Hugh Prather





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