Tienes algo en la cabeza

Un parásito es un ser vivo que se aloja en otro ser del que se nutre, utiliza como hogar e incluso le sirve para protegerse de sus enemigos. Tal vez te interese saber que en tu cabeza hay un parásito, aunque no lo puedas ver. O sería más apropiado decir que el parásito está en tu mente. Al igual que existen virus virtuales que infectan los ordenadores, también existen virus mentales que afectan a tu cordura. En la película "Revolver" hay una escena en la que el protagonista, que sufría de claustrofobia, se queda encerrado en un ascensor. Comienza a escuchar entonces una voz en su cabeza que le habla haciéndole ver enemigos por todas partes. Pero hay una diferencia, y es que ahora se da cuenta de que esa voz le está hablando. Cuando ocurre esto, el embaucador interno trata de convencerle, al principio haciéndose pasar por su amigo y, al no conseguir que le crea, se comporta de forma violenta y desesperada. Al final de la escena, una voz en off afirma que "su mayor estafa fue hacerte creer que él es tú". De esta forma, el parásito mental consigue que tú trabajes para él mientras crees que lo estás haciendo para ti.

Esta película tiene algunas otras frases que describen el comportamiento del ego, como por ejemplo las siguientes:

“Hay algo acerca de ti que tú no sabes. Algo que negarás que exista, hasta que sea demasiado tarde para hacer algo. Es la única razón por la que te levantas cada mañana, la única razón por la que sufres ese jefe de mierda, la sangre, el sudor y las lágrimas. Es porque quieres que la gente sepa lo bueno, atractivo, generoso, gracioso, salvaje e inteligente que eres realmente. Témeme o reverénciame, pero por favor, piensa que soy especial. Compartimos una adicción. Somos adictos a la aprobación. Estamos en esto por la palmada en la espalda y el reloj de oro. Porque somos monos envueltos en trajes suplicando por la aprobación de otros. Si lo supiéramos, no lo haríamos”.

 La siguiente frase da respuesta a por qué no lo sabemos:

“Tu mayor enemigo se esconderá en el último lugar en el que mirarías”.

Y puesto que tienes un parásito en la mente desde que naciste, tal vez te convenga saber cómo funciona.

Todo parásito requiere de ciertas condiciones especiales para sobrevivir. En un entorno perfectamente sano, su existencia es imposible. La creencia en la separación o disociación es una forma de disfunción mental que hace propicia la aparición de este parásito, también llamado “ego”. La negación de la verdadera identidad produce unas condiciones de incertidumbre y duda que son la grieta por la cual todo este proceso infeccioso se adentra.

El ego es una idea falsa acerca de ti que necesita reafirmarse constantemente. Hace esto porque, como idea, si no se reafirma simplemente se desvanece en la nada de la que surgió. Pero una vez que aparece, comenzará a funcionar como lo hacen los parásitos en la naturaleza. Lo primero que hace es esconderse para evitar ser descubierto. Esto es fácil para él, ya que cuando aparece, tu mente no tiene los recursos necesarios ni la referencia interna completamente disponible como para poder identificarlo. Además, estás rodeado de personas que han sido también infectadas por la locura, lo cual te impide cuestionarla y hace que parezca algo normal. A pesar de los síntomas y el malestar que produce la infección, no se te ocurre pensar que algo así te pueda estar pasando a ti.

 

“Lo primero que hace es esconderse para evitar ser descubierto”

 

¿Cómo se esconde? No tiene que hacerlo, porque no hay nadie ahí para darse cuenta de su aparición. Es como una sombra que siempre ha estado ahí, en un entorno oscuro. Lo único que necesita es no moverse demasiado, no ponerse en evidencia. Esto lo consigue evitando la luz, filtrando todos los pensamientos que permite llegar hasta tu conciencia, dejando pasar sólo aquellos que no sean una amenaza para su existencia. Y esto significa que cualquier pensamiento relacionado con la realidad tendrá que ser negado sistemáticamente. Ahora el parásito se encuentra cómodo en su huésped, tu mente. Desde ahí ejerce el control necesario para mantener su sustento.

Las hormigas utilizan a los pulgones como vacas de las que extraer de ellos una sustancia que les gusta a través de la estimulación que ejercen sobre ellos con sus antenas, algo que se denomina “ordeñado”. Los pulgones, a cambio, son cuidados y protegidos de posibles enemigos por las hormigas en una relación que se llama “mutualismo”, ya que ambas especies obtienen algún beneficio de esta interacción. El ego también te ordeña a ti. Extrae de ti sustancias que necesita para su supervivencia. Se llaman “emociones”. Pero no cualquier emoción. Tienen que ser emociones relacionadas con su medio ambiente, es decir, el miedo, la mentira, el engaño, el victimismo, la sospecha, la preocupación y toda aquella emoción que refleje su naturaleza. Pero al contrario que en el caso de las hormigas y sus pulgones, tú no obtienes ningún beneficio a cambio de esta interacción. Es una relación puramente parasitaria, en la que el parásito morirá matando, extrayendo de su huésped toda la vida que contenga, para morir con él. Y para aquellos que son religiosos, este parásito ha inventado las religiones con la esperanza de seguir ordeñando a su huésped más allá de la muerte.

Como el ego es sólo una idea acerca de ti mismo, se protege induciéndote a identificarte con ideas que a él le convengan para mantener la situación. Para esto recurre a la “racionalización” o “intelectualización”, que es lo mismo. La trampa consiste en que el simple hecho de que una idea te parezca atractiva te haga creer que es una idea ya integrada en ti y a tu completa disposición. Pero nada más lejos de la realidad. Esto es la conceptualización, caminar de puntillas entre ideas que de ser integradas serían un verdadero revulsivo para el ego. A través de este mecanismo se impide que las ideas puedan llegar a comprenderse realmente, de forma que muchas personas infectadas con esta enfermedad mental se embarcan en una búsqueda continua de conocimiento intelectual o espiritual como si de algo compulsivo se tratara, porque no llegan a comprender que están siendo ordeñadas por su parásito mental con la finalidad de obtener para sí mismo emociones como frustración, sentimiento de limitación, falta de autoestima, redención, superioridad o alguna idea igualmente patética que les haga creer que pueden “desarrollarse personalmente”. De hecho, el ego se siente muy complacido con la posibilidad de que alguien se “desarrolle personalmente”, ya que el tamaño del huésped aumentaría de esta manera, al ser el personaje el alimento del que se nutre el parásito.


El ego se siente muy complacido con la posibilidad de que alguien se “desarrolle personalmente”


Otra forma en la que este parásito mental se protege de ser descubierto es a través de un poderoso mecanismo de engaño, llamado “proyección”. Debido al engaño anterior, la racionalización, la mayoría de los infectados creen que comprenden lo que esto significa, pero no es así, ya que si fuera así habrían dejado sin alimento al embaucador interno.

La infección a la que nos estamos refiriendo produce una sensación constante aunque llevadera de incomodidad. La mayoría de los infectados tratan de adaptarse a ella o de compensarla con estímulos que les hagan olvidar la incomodidad, como ir de compras, entretenerse con la televisión, hacerse adictos a otro tipo de sustancias o simplemente contarse a sí mismos que están bien. Pero la proyección es el “remedio” especial del que el parásito se vale para mantener el engaño y hacer que el huésped mire para siempre en otra dirección. Una vez que la mente es engañada y cree que las emociones que experimenta están causadas desde afuera, el círculo se cierra y ya no se encuentra ninguna razón por la que tener que mirar adentro. Desde ese lugar infranqueable, el ego puede hacer y deshacer a su antojo, ya que nadie mirará ahí a partir de ese momento. Y realmente es algo que parece funcionar todo el tiempo y en todas partes.

El ego se vale de imágenes que pone en la mente de su huésped, es decir, tú, para hacerte creer que son tus propios pensamientos. Debido a que siempre has estado viendo esas imágenes en tu mente nunca te has parado a pensar de dónde salían. Pero esas imágenes de cuyo origen conoces tan poco están determinando tus emociones. Tus emociones determinan tus actitudes, y tus actitudes reafirman la idea que dio origen a todo el proceso, de manera que el ego, desde su lugar oculto y seguro en tu mente, tan sólo tiene que fabricar algunas imágenes para obtener el “alimento” emocional que necesita para seguir sobreviviendo en ti mientras te fagocita día a día, evitando que te des cuenta de que sales corriendo tras cada pensamiento que crees tuyo como un perro tras el palo que se le tira una y otra vez. Piensas en alguien o en algo, y como si de una maquinaria perfectamente ajustada se tratara, se pone en marcha todo el proceso emocional adictivo y tóxico que retroalimenta todo el sistema. Y cuando alguna vez se le cuestiona a alguien sobre esas imágenes y el por qué y para qué están ahí, simplemente te mira como si le estuvieras preguntando algo evidente, pero para lo que evidentemente no tiene respuesta. Entonces, algo en lo profundo comienza a removerse incómodo. La sombra comienza a contrastar en la oscuridad.

Y ya que la naturaleza nos ofrece tantos ejemplos de este tipo de interacción, no podemos olvidar la relación que existe entre el murciélago vampiro y el ganado. Este murciélago tiene una sustancia en la saliva que impide que el animal sienta algún dolor cuando se le produce la incisión en la piel. Alguien podría pensar que al fin y al cabo el murciélago es muy considerado por tener ese detalle, pero la razón por la que hace esto es para que el animal no se dé cuenta de que está siendo vampirizado, además de que los anticoagulantes impiden que la herida se cierre y así el flujo de sangre sea constante.

Nuestro parásito mental también tiene sus “consideraciones”, y a cambio de la energía emocional tóxica de la que se nutre te ofrece el efecto “liberador” de la proyección con tal de que no te liberes de la suculenta sensación de culpa que tanto le gusta.

En el extraño caso de que alguien, especialmente en el submundo de la espiritualidad y el desarrollo personal, tuviera el valor de adentrarse más allá de estos engaños que estamos mencionando, la reacción de la bestia interna no se haría esperar. Y esa sombra que comienza a moverse te hablará suavemente, sinuosamente, casi de forma “sensata”, mostrándote de manera paternalista que simplemente no hay nada que mirar ahí. Si persistes en el intento, el tono cambiará, y pondrá ante ti una legión de “razones” por las que no debes mirar ahí, “por tu bien”. Si aún así no cedes al engaño, el tono se volverá amenazante, y recurrirá a tus mayores temores para hacer que reconsideres tu actitud. Y si finalmente nada de esto funciona, te declarará la guerra abierta y despiadadamente, lo cual, por otra parte, te mostrará su verdadera naturaleza. Pero eso ya es otra historia.

 

Andrés Rodríguez





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