Los Guerreros de la Luz de este mundo ya no caminan sobre él con una pesada espada ni una incómoda armadura. Ahora llevan consigo un pesado libro azul a casi todas partes. Se les puede ver llegar con él desde todas direcciones a su lugar de reunión, donde se enfrentan a mil y una batallas. Guerreros disfrazados de amas de casa, de madres y padres, de abuelos, de jefes o empleados…o cualquier otra cosa. Pero son Guerreros. Llevan la espada del conocimiento en sus mentes, el escudo de la sabiduría en sus corazones y una armadura de inocencia que les hace invulnerables.
Si ves su apariencia no parecen distintos de los demás, y sin embargo lo son. Es posible que ellos ni siquiera se den cuenta de que lo son, pero su luz brilla con mayor intensidad porque una parte del Cielo va con ellos donde quiera que vayan. Y esa luz les habla, les susurra suavemente las respuestas a sus preguntas, les dirige con ternura hacia lugares de paz y descanso, aún cuando ellos todavía quisieran seguir luchando con fantasmas que existen sólo en sus mentes y caminar hacia el olvido total.
Esa luz es la Respuesta a una verdadera pregunta planteada en algún momento. Es la Respuesta que llega al haberse puesto en duda mínimamente la realidad de este mundo loco. Son Guerreros porque van a la batalla a morir. Porque a pesar del dolor de las heridas continúan adelante. Sus ojos reflejan el dolor de la muerte mientras hacen una pregunta más. Y la respuesta, o la ausencia de ella, se clava en sus corazones sin ninguna concesión. Aún así, ellos siguen en pie. Algo les dice que si continúan un poco más encontrarán lo que por tanto tiempo estaban buscando.
Y así será. Pero el camino parece incierto, aunque ha sido bendecido por el amor. Estos Guerreros de la Luz realizan sus prácticas día tras día. A veces con mayor inspiración, a veces desanimadamente, y otras con los puños apretados y rabia en sus corazones, como si desafiaran al Mismo Dios que se las ofreció para su liberación. Y dan un paso más, quizá temeroso, quizá firme, pero es un paso que les aleja poco a poco del infierno en el que se adentraron. Leen textos que les parecen incomprensibles. Se resisten, se resienten, sufren, se frustran, odiando y a la vez amando una verdad que está mucho más allá de las palabras que están aprendiendo a entender.
Decidieron entrar por el camino estrecho, aquel que no todos están dispuestos a recorrer. Y poco a poco va cayendo en pedazos su importancia personal, su arrogancia, sus planes, las ideas absurdas que les mantenían prisioneros, las resistencias, los juicios y todo tipo de ilusión.
Se dirigen firmemente hacia el Cielo, donde no es posible entrar con tan pesado equipaje. Y así van desprendiéndose tristemente de él, quizá mirando atrás de vez en cuando para ver lo que van dejando por el sendero. Pero también comienzan a darse cuenta de lo ligero que se camina sin él. Y ahora comprenden que no lo necesitaban. Que todo ese equipaje era sólo una manera de protegerse de la verdad que les invitaba constantemente a regresar al Hogar. Y a medida que han escuchado a la verdad susurrarles día a día verdades ancestrales, le han perdido el miedo, y ahora caminan ligeramente de Su Mano, con la confianza, la gratitud y el amor como único equipaje.
Cuando se cruzan en su camino con aquellos que arrastran pesadamente sus pies y van cargados con el mismo equipaje del que ellos se liberaron, les dan su bendición. Y en ese instante su carga se hace más ligera y una esperanza nace en sus corazones.
A cada Hijo de Dios que comienza a liberarse de la batalla el Cielo le da las gracias. Porque con su liberación el mundo queda liberado. Se han unido a la cruzada de la Expiación y nunca volverán a estar solos en un mundo solitario.
Me uno a ti en tu camino. Caminamos juntos de regreso a nuestro amado Padre. Más allá de las formas que parecen diferenciarnos compartimos una misma luz, un mismo Amor.
No estás solo porque contamos uno con el otro. Agradezco tu presencia en mi camino y el tiempo compartido sobre esta tierra. Llevamos a cabo nuestro acuerdo a pesar de la densidad de este mundo, y finalmente nos hemos encontrado.
Recordemos conjuntamente en estas fechas que Cristo renace a cada instante en nuestro corazón. Que la visión del Espíritu dirija nuestros pasos para que las sombras permanezcan alejadas de nuestras mentes para siempre.
Que los milagros reemplacen
todos los resentimientos
contra el santo Hijo de Dios
para que éste sea descendido de la cruz
y permanezca en los amorosos brazos de su Padre
por toda la eternidad...
Andrés Rodríguez